martes, 13 de enero de 2009

Los jóvenes y la Fiesta de los Toros

Publicado en El Mundo el 9 de abril de 2008.

Los sevillanos en estos días, como Machado, esperamos, también hacia la luz y hacia la vida, otro milagro de la primavera. Como desde hace siglos, la Fiesta abrirá el tarro de las esencias y renovará entusiasmos, ilusiones y vendrá a evocar el tiempo de gloria de la juventud.

Soy un aficionado que desde temprana edad se vio impregnado por el veneno de la Fiesta…bendito veneno. En estos días de toros, los tendidos maestrantes lucen llenos a rebosar de un público heterogéneo, demostrando que la Fiesta goza de numerosos partidarios. Entre ellos cantidad de jóvenes, algunos de los cuales, realizan múltiples esfuerzos para poder asistir a las corridas. No olvidemos que acudir tarde tras tarde a los toros no está al alcance de cualquier bolsillo.

Permítanme una anécdota: un joven estudiante, de familia humilde, ¿cómo podía ir a los toros de manera continuada? Esa era la preocupación que pasaba por mi cabeza en mis años de universitario. La única respuesta que se me ocurría era el milagro y, para tales milagros, en Sevilla, que mejor Santo que el Padre Leonardo Castillo, ese pedazo de cura que había entrado a hombros por la Puerta Grande del cielo, según comentaban El Potra y Gandía en un Recuadro del maestro Antonio Burgos.

Los días de toros, justo a las cinco en punto de la tarde, como en la famosa elegía, asomaba Don Leonardo por el austero patio del Hospital de la Caridad de echar su siestecilla al fresco de los sobrios muros del edificio. En el paseo por las calles estrechas del Arenal, recibía el saludo de todos los taurinos, ¡cuánto le querían!

Al pasar por el cancel de la calle Circo siempre aguardaba algún que otro “rezagao” con el mismo propósito que yo…nos arremolinábamos alrededor de Don Leonardo y tras el saludo preceptivo al portero de la 7: “tos pa´dentro”. Pero desgraciadamente, no existen milagros de ese tipo para todos los jóvenes aficionados, hay que ser más prácticos, y debemos reclamar mayores facilidades para que la juventud acuda a las corridas, aunque ese sería un tema para ahondar en otro artículo.

Mi propósito es definir el papel que deben jugar los jóvenes en la Fiesta de los Toros, no veo necesario describir aquí el papel de esas jóvenes promesas que, con ahínco, intentan abrirse hueco en la más difícil profesión -de sobra es conocida la dureza de Fiesta-. Los que tuvimos claro desde el inicio de nuestra afición que nuestro lugar en la plaza era el tendido, debemos realizar una defensa activa de la Fiesta de los Toros. Debemos proclamar su grandeza, y que nadie se atreva a insultarnos y denigrarnos por defender ese patrimonio cultural que hemos heredado de nuestros ancestros y que debemos transmitir a nuestros hijos.

Desde siempre tuve la certeza de que nunca sería capaz de ponerme delante de un toro lo que, con el tiempo, ha hecho que aumente el respeto por todos y cada uno de los profesionales que se juegan la vida en el ruedo. Los toreros, su valor, su gallardía, su vergüenza, conforman las cualidades vitales que más pueda admirar en una persona. Sólo imaginar el miedo, me hace sentir un escalofrío. El zumbido de la muerte me retumba en los adentros.

Pedro Salinas entendió muy bien esta “cultura de la muerte”, decía que, en la sensibilidad española, la conciencia de la muerte “actúa como signo positivo, es estímulo, acicate al vivir y a la acción, y permite entender el sentido total y pleno de la vida”. Ambos a la vez, el zumbido de la muerte, y el latido de la vida, llegan a todos los presentes: a los cultos, a los ignorantes, a los sensatos, a los abstraídos, a los perplejos, a los asustados, a los reticentes,… incluso a los no aficionados. Y, si me apuran, hasta los antitaurinos serían capaces de captarlo.

Creo que la verdad de la Fiesta lo puede todo…obra milagros. En el cuerpo a cuerpo del toro y el torero, se libra una batalla entre la racionalidad humana y la naturaleza animal. Del enfrentamiento sale victorioso el torero, al que aclama el público -que se siente identificado con él- y aplaude el éxito de la razón. Es la capacidad de pensar lo que nos distingue de los animales, y eso nos hace superiores.

La postmodernidad y el relativismo científico nos han traído una revisión de los conceptos de cultura, comunicación, sexualidad, lenguaje…o de la misma naturaleza humana. Así el filósofo catalán Víctor Gómez-Pin critica las modernas teorías animalistas que menosprecian la dignidad de la persona, arrebatando al hombre la centralidad dentro del orden animal.

Los que amamos la Fiesta sabemos que son interpretaciones absurdas que adolecen de autoridad moral y atentan claramente contra la dignidad humana. La fiesta no se puede encorsetar, ni siquiera la ciencia puede abarcar toda su grandeza. Es un desorden ordenado en el que el toro se convierte en ritual y el torero en artífice. Se trata de un discurso pactado, creíble porque es pura repetición, corrida tras corrida. La posibilidad de una respuesta no programada es lo que nos fascina. Cuando esto ocurre, cuando se olvida el orden, entonces estamos ante una obra de arte que puede llegar a desbordarnos de emociones. Pero qué poquito se ve… y qué poquito dura… ¡¡Menos mal que nos queda la memoria!!

Los jóvenes sufren hoy una profunda crisis de valores y de identidad, son una masa acrítica sin ideología. Por eso los jóvenes aficionados y comprometidos con la Fiesta les parecemos una especie de sádicos irracionalistas y, están muy equivocados…debemos estar orgullosos de nuestra Fiesta Nacional, debemos ser defensores y, al mismo tiempo, embajadores de nuestro patrimonio cultural, algo que nos haga diferentes dentro de un mundo tan globalizado.

Pero los ataques que venimos sufriendo los defensores de la Fiesta no sólo vienen de las descreídas e irreverentes hordas de pandilleros juveniles, también algunos políticos de pacotilla, grupos radicales e intolerantes (con bastante inconsciencia) pretenden imponer sus ideas de forma demagógica y sectaria, sin respetar la multiculturalidad y la herencia histórica. Argumentos siempre carentes de legitimidad, intentando convertir a la Fiesta de los Toros en moneda de cambio con fines partidistas, sujeta a los siempre deleznables criterios de la oportunidad política.

Para que esto no sea una mera crítica que se lanza al viento y se pierde, me parece que lo más cabal es comprometerse, visto lo visto, en la defensa de la Fiesta. Y eso es lo que debemos hacer las nuevas generaciones de aficionados: tenemos que ir a los toros, llenar las plazas, hablar de toros y procurar siempre su fomento y divulgación. Mientras sigamos viviendo la Fiesta con pasión, tendremos Fiesta de los Toros para rato.

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