viernes, 13 de julio de 2012

Soledades del Arenal


Foto: Álvaro Pastor Torres

Caía la tarde y el Arenal de Sevilla era un hervidero de gente. En los alrededores del coso del Baratillo se respiraba un ambiente superior incluso que el de algunas tardes de la pasada Feria de Abril. Pero había una casa en ese barrio, próxima a la antigua calle de la Mar, que sin ser ajena al festejo de la Maestranza donde las circunstancias no eran para nada festivas. María José, aguardaba intranquila la llamada, y pasada la media noche sonó el teléfono. “Vete rápido al Paseo de Colón” imagino que debieron decir al otro lado.

Allí, entre el gentío, me encontré con ella. Era un cúmulo de nervios y de emoción. Estaba allí, pero no sabía por qué. Qué era lo que había pasado. Las lágrimas afloraron, y nos fundimos en un abrazo. La multitud se agolpaba frente a la puerta. Y esa Puerta, sí la del Príncipe se descerrajaba para que un joven de apenas 18 años cruzara el dintel de la gloria. Antes, Lama de Góngora había soñado el toreo según Sevilla.

Una media a pues juntos con aires de La Puebla asomó como fugaz destello en el quite al segundo novillo de la noche. No pudo lucirse Paco Lama con el percal en el primero de su lote, el ejemplar más deslucido del manejable envío de Villamarta.

Solvente, resolutivo y capaz fueron algunos de los adjetivos con los que podía calificarse su obra ante el tercero de la espléndida noche sevillana. Le plantó cara una y otra vez a un eral ayuno de clase y acobardado ante la firmeza del joven novillero. Extrajo todo, lo poco que había en una labor más que meritoria bien refrendada con la espada lo que le sirvió para pasear la primera oreja.

La mejor versión llegó en el 6º, lo intentó a la verónica tras recibirlo de rodillas en el tercio con una larga. Muy sueltecito el novillo sólo le permitió esbozar alguna verónica suelta de bella ejecución. Variado en quites, destacaron unas ajustadas chicuelinas. Lama planteó la faena en la 2ª raya y allí comenzaron a aflorar las virtudes clásicas de su toreo. Temple y colocación. Toreo para paladares exquisitos.

Lama de Góngora bordó el toreo al natural. Suavidad en los toques, bien ofrecida la muleta para llevarlo hasta allí, ese lugar que alcanzan las muñecas privilegiadas y que hizo rugir a una plaza, la Maestranza, con los tendidos cubiertos en sus tres cuartas partes. Naturales profundos, ligados, preñados de empaque y torería. Torería en la forma de andar por la plaza. Torería en la forma de entrar y salir de la cara del toro. Torería en los remates y adornos. Despacio, siempre muy despacio. Torería de un chaval que soñó el toreo mientras su madre, María José, aguardaba acongojada pocas manzanas más allá.

También hubo toreo en redondo por la diestra, y pases de pecho de altísimos quilates. Paco Lama se entregó en la estocada y Sevilla entera pidió para él las dos orejas. Paco lloraba dentro, María José de Góngora, lo hacía fuera, desbordada por las emociones de ver que el sacrificio de su hijo durante todo este tiempo se había transformado en un sueño hecho realidad.

Las manecillas del reloj que corona los tendidos de sol habían rebasado las 12. Lama de Góngora era izado a hombros y atravesaba la gloria mirando hacia Triana aclamado por una multitud que coreaba gritos de ¡torero torero! Era una viva imagen doliente (todo el mundo quería tocarle) que no terminó ahí. Paco fue paseado a hombros por su barrio, el Arenal, y llevado hasta el hotel. Espontaneidad de una Fiesta viva. Enhorabuena torero.

2 comentarios:

Gastón Ramírez dijo...

¡Olé Carlos! He visto cumplido mi deseo de leerte relatando lo de ayer en La Maestranza.
Gracias y un abrazo.

Jose Morente dijo...

Ole!!!!!!!!!!!!!