Artículo publicado en la Revista Nexus, Nº 3, pág. 72-73.
Pasada la Feria de Abril muchos aficionados buscan esos recuerdos del arte efímero de la Tauromaquia que perduraran en la memoria con el paso indeleble del tiempo.
No crean que fueron muchos los detalles, pero estoy seguro de que muchos coincidiremos en un nombre propio: Morante de la Puebla. El torero sevillano condensó en su esencia en esos parámetros que en el toreo no son fáciles de conjugar: el valor y el arte.
Valor, arte y torería que se encierran en el duende “para dar en el clavo de la verdad artística”. Duende que apareció la tarde de un martes 28 de abril con un toro que nadie daba un duro por él, pero que la genialidad del de La Puebla hizo que esa fecha quede marcada en la memoria de los aficionados con más sensibilidad. Una faena de exposición, de valor, de arte, y sobretodo, de torería. El valor de Manolo González o Diego Puerta. El arte y la torería de Chicuelo, Pepín Martín Vázquez y Pepeluís. De frente como Manolo Vázquez. La escuela sevillana condensada en un Morante sublime que fraguó una obra de arte a base de verdad y sentimiento.
Música callada del toreo que diría Bergamín: «Música para los ojos del alma y para el oído del corazón; que es el tercer oído del que nos habló Nietzsche: el que escuchan las armonías superiores». Antes Morante había soñado el toreo a la verónica, con cadencia, con ritmo, meciendo los brazos, acariciando el dorado albero maestrante…
Morante de la Puebla salió vivo de la “victorinada” que tanta expectación había levantado pero que fue un fiasco gracias al mal juego de los astados. Pésimo juego que se repetiría en el resto de sus comparecencias. Pero el de La Puebla no podía dejar escapar una feria en la se erigía como parte de su columna vertebral y tenía depositada la ilusión de tantos aficionados.
La dimensión de valor mostrada por el torero sevillano no cogía por sorpresa a sus fieles seguidores. Muchos críticos los proclaman como el torero artista de más valor de cuantos han existido, y el más regular. Morante, parafraseando a Lorca en su Teoría y juego del duende, «mordido por el duende da una lección de música pitagórica y hace olvidar que tira constantemente el corazón sobre los cuernos».
Arriesgó y expuso. Pisó terrenos comprometidos. Una distancia en la que el toro – si tiene un ápice de bravura- tiene que embestir, y eso todos lo toreros lo saben, pero son pocos los que lo practican. Utilizando palabras del maestro José Miguel Arroyo “Joselito” en el libro Todas las Suertes por sus Maestros describe que «hay que enganchar al toro lo más adelante que se pueda, hay que torear de adelante hacia atrás, de arriba abajo, y de fuera para adentro». Ese es el toreo de verdad, de hoy y de siempre, y es el que encarna José Antonio Morante Camacho.
El próximo 5 de junio es su última cita con Madrid, tres tardes, tres. Antes habrá pasado Jerez, plaza talismán en la carrera del de La Puebla y a la que vuelve tras ausentarse la temporada pasada.
Madrid le quiere, y le espera. Aun se oyen los ecos de los rugidos del gentío la épica tarde de Beneficencia del 6 de junio de 2007. Donde tras ser herido por el 5º de la tarde y tener que pasar a la enfermería resucitó para regalarnos en el 6º una lidia para soñar. Verónicas sublimes, delantales que vuelan, aires añejos en las banderillas y destellos perfumados con la muleta. Quintaesencia de la torería que quedará enmarcada en los anales de la Plaza de Toros de Las Ventas.
Esplá y Castella le acompañarán en el cartel con toros de Victoriano del Río. Empecemos a soñar, y…que Dios reparta suerte.
No crean que fueron muchos los detalles, pero estoy seguro de que muchos coincidiremos en un nombre propio: Morante de la Puebla. El torero sevillano condensó en su esencia en esos parámetros que en el toreo no son fáciles de conjugar: el valor y el arte.
Valor, arte y torería que se encierran en el duende “para dar en el clavo de la verdad artística”. Duende que apareció la tarde de un martes 28 de abril con un toro que nadie daba un duro por él, pero que la genialidad del de La Puebla hizo que esa fecha quede marcada en la memoria de los aficionados con más sensibilidad. Una faena de exposición, de valor, de arte, y sobretodo, de torería. El valor de Manolo González o Diego Puerta. El arte y la torería de Chicuelo, Pepín Martín Vázquez y Pepeluís. De frente como Manolo Vázquez. La escuela sevillana condensada en un Morante sublime que fraguó una obra de arte a base de verdad y sentimiento.
Música callada del toreo que diría Bergamín: «Música para los ojos del alma y para el oído del corazón; que es el tercer oído del que nos habló Nietzsche: el que escuchan las armonías superiores». Antes Morante había soñado el toreo a la verónica, con cadencia, con ritmo, meciendo los brazos, acariciando el dorado albero maestrante…
Morante de la Puebla salió vivo de la “victorinada” que tanta expectación había levantado pero que fue un fiasco gracias al mal juego de los astados. Pésimo juego que se repetiría en el resto de sus comparecencias. Pero el de La Puebla no podía dejar escapar una feria en la se erigía como parte de su columna vertebral y tenía depositada la ilusión de tantos aficionados.
La dimensión de valor mostrada por el torero sevillano no cogía por sorpresa a sus fieles seguidores. Muchos críticos los proclaman como el torero artista de más valor de cuantos han existido, y el más regular. Morante, parafraseando a Lorca en su Teoría y juego del duende, «mordido por el duende da una lección de música pitagórica y hace olvidar que tira constantemente el corazón sobre los cuernos».
Arriesgó y expuso. Pisó terrenos comprometidos. Una distancia en la que el toro – si tiene un ápice de bravura- tiene que embestir, y eso todos lo toreros lo saben, pero son pocos los que lo practican. Utilizando palabras del maestro José Miguel Arroyo “Joselito” en el libro Todas las Suertes por sus Maestros describe que «hay que enganchar al toro lo más adelante que se pueda, hay que torear de adelante hacia atrás, de arriba abajo, y de fuera para adentro». Ese es el toreo de verdad, de hoy y de siempre, y es el que encarna José Antonio Morante Camacho.
El próximo 5 de junio es su última cita con Madrid, tres tardes, tres. Antes habrá pasado Jerez, plaza talismán en la carrera del de La Puebla y a la que vuelve tras ausentarse la temporada pasada.
Madrid le quiere, y le espera. Aun se oyen los ecos de los rugidos del gentío la épica tarde de Beneficencia del 6 de junio de 2007. Donde tras ser herido por el 5º de la tarde y tener que pasar a la enfermería resucitó para regalarnos en el 6º una lidia para soñar. Verónicas sublimes, delantales que vuelan, aires añejos en las banderillas y destellos perfumados con la muleta. Quintaesencia de la torería que quedará enmarcada en los anales de la Plaza de Toros de Las Ventas.
Esplá y Castella le acompañarán en el cartel con toros de Victoriano del Río. Empecemos a soñar, y…que Dios reparta suerte.